viernes, 25 de marzo de 2011

Ayahuasca.

Las sombras comienzan a bailar en un salón que luce más misterioso que nunca, y los muebles se unen a la danza con leves cambios de textura y sutiles ondulaciones en su contorno…  Entonces me voy muy lejos, una distancia imposible de alcanzar para tratarse del insignificante segmento que cubren unos párpados al cerrarse.

Me transporto en décimas de segundo al corazón de la oscuridad, rodeado de negrura sin límite, hasta que sonrío. Es curioso, porque mi sonrisa parece invocar a una especie de Sol que comienza a brillar en un horizonte infinito, iluminando en grises un suelo que se mueve como si estuviera vivo. ¿O es que lo está? Me asalta la carcajada, y el sol se dispara hasta el zénit, pintando  de colores lo que yacía bajo mi no-cuerpo, que de algún modo allí estaba reflejado.

Lagartos, de infinitos tamaños y formas, conforman la superficie sobre la que me hallo. Reptan unos sobre otros amontonados en una montaña viva, mimetizándose entre ellos con sus pieles de tonos cálidos y motivos extravagantes.
Los observo moverse, maravillado. Se restriegan los unos contra otros en un absurdo empeño por no llegar a ningún lugar concreto. Entonces el Sol palidece, y el blanco y negro se adueñan de la escena… hasta que vuelvo a reír, divertido por lo descabellado de la situación. Las carcajadas avivan  a este Sol como el viento hace con las ascuas de una hoguera, y todo vuelve a teñirse con los colores más intensos que la escala cromática se atreve a mostrar. ¿Por qué parece como si mi risa lo estimulara todo?
Un enorme reptil surge bajo mis pies, abre la boca y me engulle en lo que es un jodido orgasmo mental, tan guarro que derretiría el cerebro a una monja de clausura. Me deslizo por sus tripas entre suspiros hacia un remolino de imágenes que danzan en frenesí.

Vuelvo a la realidad poco a poco, acurrucado en el sofá-cama del salón. Descanso un rato con las piernas alzadas, apoyadas contra la pared.. Quizá tener las piernas en alto haya “concentrado” la DMT en mi cerebro, porque vuelvo a despegar con intensidad. 

Seres caricaturescos en escenas peculiares como poco, desfilan aleatoriamente durante un rato, y el cansancio que ya hace mella en mí empieza a incomodarme. Mis intentos por desconectar resultan fútiles. No tengo más remedio que perderme en mis pensamientos, que corren desbocados en  un torrente que yo no puedo redirigir. Imágenes de meticulosa exactitud evocan a familiares y conocidos, sometiéndome a examen, evaluando aspectos inadvertidos de mi relación social con cada uno… Hay tantas cosas que quiero cambiar…
A ver si empiezo mañana…